lunes, 28 de julio de 2014

Décimo séptimo mensaje guardado en el borrador.

Y la distancia se hizo un problema,
después del primer centímetro de separación,
desde que no veo tu sonrisa,
me limito a decir que el mundo no se acaba por un problema.

Y claro que sé, que la mujer de mis sueños no existe,
porque es la mujer de mis insomnios,
la que afortunadamente para la poesía,
se hace musa, verso, incluso abrazo de esos que te hacen crujir la vida,
para que vuelvas a sonreír,
me refiero a esos de los cuales sonreirás más o menos
según el daño que te hayan hecho otras personas.

De cero a tus sueños ¿Cómo de bonita tienes la sonrisa?

Por eso de que los míos están llenos de pegamento de barra,
como el que usamos desde pequeños,
que es la única manera de poder amar, como si fuéramos dos
niños que se miran fijamente esperando que nunca suene la campana del recreo.

Joder, qué sí, que sigo siendo un crío de cinco años, que sigue esperando
en lo a mí respecta contigo, que nunca suene la campana de tu sonrisa,
y eso de que a veces los sueños más sencillos, se tienen con las personas más complicadas.

Y me encanta eso de caerme en mitad del patio del recreo,
si es para que te rías,
como cuando me ves las heridas sonríes, y me dices:
tú no tienes remedio.

Y me jode cuando se mezcla la plastilina verde con la roja,
por eso de que ella, la muy hija de puta, ha encontrado a alguien
con quien estar para toda la vida.

Me vuelvo a preguntar por qué coño parece tan fácil eso de quererse,
y que a mí siempre me salga,
el tiro por el cubata.

He vomitado el amor, porque cuando bebes si vomitas,
puedes seguir bebiendo,
y lo he convertido en verso,
soñando con escribirte eso,
por falta de miradas, dado que ellas dicen más que cualquier verso de mierda,
de cualquier palabra, porque ellas, tienen un lenguaje propio.

Podría haber empezado por eso de que soy un desastre,
porque yo no puedo ver más allá de mis ojos,
no puedo ver más de lo que escribo,
no puedo decir te quiero,
por no escuchar y yo también,
que no pido deseos en verano,
por miedo a que te quedes en invierno,
tengo una libreta donde pongo cada noche una palabra,
y donde en las sesenta anteriores sólo he escrito una,
socorro,
tenía guardado dieciséis mensajes guardados en un borrador,
y que todos ponían lo mismo,
lo siento, siempre he admirado a las personas paracaídas.

Agárrate que voy, vamos a reconstruir mi mundo,
que el día que me iban a atropellar y tiraste de mi brazo,
te llevaste mi corazón,
y claro lo mío es mío.

Cómo es posible que después de una tarde,
donde quería mostrarte
aquello que solía llamar, mí rincón secreto,
lo hicieras de tu mundo,
y que esa misma noche
me sacaras todos los trozos de cristal
que tenía en las entrañas.

Que aunque no manejas mis reglas
me gustaría por una vez en la vida,
no acabar con el corazón roto.

"Mira... Sé que soy un idiota, y me comporto como tal
pero un día te llamaron felicidad
y no estoy dispuesto a buscar otro nombre. " 

No hay comentarios:

Publicar un comentario