Aún recuerdo cuando hicimos ese gran
viaje,
tú tenías todas las medallas, y yo el
hecho de haber participado,
me dijiste que todo el mundo sabía lo
que había echo,
que merecía más que nadie tener
todos los méritos.
Siempre quise guardar objetos para
tener un recuerdo,
de cada sitio,
sin saber que los únicos que serán
para siempre,
los únicos que de verdad importan,
son esos que quedan en mi cabeza.
Pero...
No son los recuerdos, son las
sensaciones,
ver tus ojos mirando fijamente, que me
decían:
Nadie te va a mirar como yo te he
mirado,
¡Qué le den por culo al mundo!
Daría la mitad de mi vida por volver a
tener esa sensación,
desde ese momento, o desde ese
instante, supe que ya esa sensación,
no la tendría nunca más,
supe que cada noche de invierno, no iba
a ser como aquella,
que nunca más estaría con alguien
pasando frió,
mientras todo el mundo estaba en sus
casa, calentitos,
pero que sólo tú y yo sabíamos que
en ese momento no hacía falta nada más,
ni un brasero, ni un chocolate
caliente, nada ,
nada como sentir que desde que esa
noche cuando nos miramos fijamente,
dijimos:
¡Qué le den por culo al mundo, yo de
aquí no me muevo!