Que el
último suspiro de honestidad tenga origen en un tu coño,
Que mi
última corrida no me salga por los ojos,
Que las
últimas lágrimas que derramen me salgan de la polla,
Que
grites y no sea por desesperación, sino por alivio.
Creo en
la infinidad de las millones de cosas insignificantes que están por encima de
nosotros
Creo en
la posibilidad de mirar el mar tranquilo al final de la noche,
En
mantener vivas las hogueras,
En
cruzarme con gente que sujetan mal las farolas,
Que no terminan
de encenderse.
Aquí,
donde pedimos guerra a muerte contra la vida, hay algo que nos une y nos separa
al mismo tiempo,
Allí, en
ese mundo cansado y con ojeras, donde todo está lleno de canciones donde
despertarse es un acto de fé,
Dónde no
encontramos como calmar esta sed en mitad de la resaca.
Y a mí
se me hace eterno el no encontrar nada en este desierto,
En el
que todos beber, todos miran, y ninguno se queda.