Y
la distancia se hizo un problema,
después
del primer centímetro de separación,
desde
que no veo tu sonrisa,
me
limito a decir que el mundo no se acaba por un problema.
Y
claro que sé, que la mujer de mis sueños no existe,
porque es la mujer de mis insomnios,
la
que afortunadamente para la poesía,
se
hace musa, verso, incluso abrazo de esos que te hacen crujir la vida,
para
que vuelvas a sonreír,
me
refiero a esos de los cuales sonreirás más o menos
según
el daño que te hayan hecho otras personas.
De
cero a tus sueños ¿Cómo de bonita tienes la sonrisa?
Por
eso de que los míos están llenos de pegamento de barra,
como
el que usamos desde pequeños,
que
es la única manera de poder amar, como si fuéramos dos
niños
que se miran fijamente esperando que nunca suene la campana del
recreo.
Joder,
qué sí, que sigo siendo un crío de cinco años, que sigue esperando
en
lo a mí respecta contigo, que nunca suene la campana de tu sonrisa,
y
eso de que a veces los sueños más sencillos, se tienen con las
personas más complicadas.
Y
me encanta eso de caerme en mitad del patio del recreo,
si
es para que te rías,
como
cuando me ves las heridas sonríes, y me dices:
tú
no tienes remedio.
Y me jode cuando se mezcla la plastilina verde con la roja,
por
eso de que ella, la muy hija de puta, ha encontrado a alguien
con
quien estar para toda la vida.
Me
vuelvo a preguntar por qué coño parece tan fácil eso de quererse,
y
que a mí siempre me salga,
el
tiro por el cubata.
He
vomitado el amor, porque cuando bebes si vomitas,
puedes
seguir bebiendo,
y
lo he convertido en verso,
soñando
con escribirte eso,
por
falta de miradas, dado que ellas dicen más que cualquier verso de
mierda,
de
cualquier palabra, porque ellas, tienen un lenguaje propio.
Podría
haber empezado por eso de que soy un desastre,
porque yo no puedo ver más allá de mis ojos,
no
puedo ver más de lo que escribo,
no
puedo decir te quiero,
por
no escuchar y yo también,
que
no pido deseos en verano,
por
miedo a que te quedes en invierno,
tengo
una libreta donde pongo cada noche una palabra,
y
donde en las sesenta anteriores sólo he escrito una,
socorro,
tenía
guardado dieciséis mensajes guardados en un borrador,
y
que todos ponían lo mismo,
lo
siento, siempre he admirado a las personas paracaídas.
Agárrate
que voy, vamos a reconstruir mi mundo,
que
el día que me iban a atropellar y tiraste de mi brazo,
te
llevaste mi corazón,
y
claro lo mío es mío.
Cómo
es posible que después de una tarde,
donde
quería mostrarte
aquello
que solía llamar, mí rincón secreto,
lo
hicieras de tu mundo,
y
que esa misma noche
me
sacaras todos los trozos de cristal
que
tenía en las entrañas.
Que aunque no manejas mis reglas
me
gustaría por una vez en la vida,
no
acabar con el corazón roto.
"Mira...
Sé que soy un idiota, y me comporto como tal
pero
un día te llamaron felicidad
y
no estoy dispuesto a buscar otro nombre. "