Llené el tarro de sueños y cuando
estaba lleno lo tiré al suelo,
inicié un camino sin ellos, era
simplemente perfecto,
vivir sin destino, sin un porqué, ni un
cómo.
Decidí cambiar mi vida a las 9:32 de
un mes de julio,
cambié de cuidad porque me parecía
precioso renunciar
a aquello por lo que había luchado
seis años.
Perdí todo lo que había conocido
hasta ese verano,
excepto algún faro, dejé que me
alumbrara hasta
que se alejó tanto que empezó a
alumbrar a otros barcos.
Llevo navegando a la deriva desde
entonces,
esperando encontrar ese puerto,
que me acoja.
Te perdí, me perdí y nos volvimos a
encontrar en medio de un pogo,
borrachos pidiendo amor.
Me reconstruí con pedacitos de ese
tarro,
y una mañana en el banco decidí volver
a soñar con lo mismo,
la misma cuidad a la que renuncié ese
mismo año.
Volví al pasado y abracé tanto a los
sueños que se hicieron realidad,
y me dieron un miedo de la hostia,
porque todavía no estaba preparado para fracasar de nuevo.
Me reencontré con la mejor persona que
he encontrado en mi vida, ese verano,
y a pesar de que cuando teníamos cinco
años, sólo nos unía un zumo de naranja,
hoy nos une el haber aprendido a volar
cuando sólo sabíamos andar.
Quise, hice y repetí vida, con los
mismos pantalones,
pero con distinta sonrisa,
algunos decían que era la más bonita que
habían visto jamas.
Empecé despacito, con ilusión y con
ganas,
me creía invencible, hasta que
febrero,
ese puto gigante que estruja la
esperanza
como cuando queremos tirar una botella
de agua a la papelera,
coge y te dice que no, que te tienes que volver a rendir.
Hasta que viene alguien que deja lo que
tiene en sus manos,
y te dice, vamos tú puedes, incluso
cuando ya estaba todo perdido.
Empece a vivir entre copas, púas, y
cigarros de la risa.
Y la conocí a ella, y aunque al
principio me pareció una sonrisa más,
comprendí que sonrisas como ella sólo
se conocen una vez en la vida.
La perdí como siempre, por lo mismo,
por decidir mojarme las alas en vez de
abrirlas,
camine, solo, como siempre.
Ayer baile un tango con la esperanza y
me di contra el suelo,
me partí cuatro costillas, dos dientes,
y alguna que otra sonrisa,
lloré como nunca lo había hecho antes,
y juro que en ese instante sonreí,
justo en el momento en el que más
jodido estaba,
porque recordé por quien lo hacía,
por quién merecía partirse la crisma,
por quién no voy a renunciar a ello.
Juro por mis sueños, que siempre
te tendré en mente,
que siempre me acordaré porqué lo hago,
y por quién lo hago,
que como me solías decir antes,
eres el mejor en todo lo que hagas,
y si te rindes que sea sólo para
pillar carrerilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario