sábado, 13 de septiembre de 2014

Septiembre.

Llené el tarro de sueños y cuando estaba lleno lo tiré al suelo,
inicié un camino sin ellos, era simplemente perfecto,
vivir sin destino, sin un porqué, ni un cómo.

Decidí cambiar mi vida a las 9:32 de un mes de julio,
cambié de cuidad porque me parecía precioso renunciar
a aquello por lo que había luchado seis años.

Perdí todo lo que había conocido hasta ese verano,
excepto algún faro, dejé que me alumbrara hasta
que se alejó tanto que empezó a alumbrar a otros barcos.

Llevo navegando a la deriva desde entonces,
esperando encontrar ese puerto,
que me acoja.

Te perdí, me perdí y nos volvimos a encontrar en medio de un pogo,
borrachos pidiendo amor.

Me reconstruí con pedacitos de ese tarro,
y una mañana en el banco decidí volver a soñar con lo mismo,
la misma cuidad a la que renuncié ese mismo año.

Volví al pasado y abracé tanto a los sueños que se hicieron realidad,
y me dieron un miedo de la hostia, porque todavía no estaba preparado para fracasar de nuevo.

Me reencontré con la mejor persona que he encontrado en mi vida, ese verano,
y a pesar de que cuando teníamos cinco años, sólo nos unía un zumo de naranja,
hoy nos une el haber aprendido a volar cuando sólo sabíamos andar.

Quise, hice y repetí vida, con los mismos pantalones,
pero con distinta sonrisa,
algunos decían que era la más bonita que habían visto jamas.

Empecé despacito, con ilusión y con ganas,
me creía invencible, hasta que febrero,
ese puto gigante que estruja la esperanza
como cuando queremos tirar una botella de agua a la papelera,
coge y te dice que no, que te tienes que volver a rendir.

Hasta que viene alguien que deja lo que tiene en sus manos,
y te dice, vamos tú puedes, incluso cuando ya estaba todo perdido.
Empece a vivir entre copas, púas, y cigarros de la risa.

Y la conocí a ella, y aunque al principio me pareció una sonrisa más,
comprendí que sonrisas como ella sólo se conocen una vez en la vida.

La perdí como siempre, por lo mismo,
por decidir mojarme las alas en vez de abrirlas,
camine, solo, como siempre.

Ayer baile un tango con la esperanza y me di contra el suelo,
me partí cuatro costillas, dos dientes, y alguna que otra sonrisa,
lloré como nunca lo había hecho antes,
y juro que en ese instante sonreí,
justo en el momento en el que más jodido estaba,
porque recordé por quien lo hacía,
por quién merecía partirse la crisma,
por quién no voy a renunciar a ello.

Juro por mis sueños, que siempre
te tendré en mente,
que siempre me acordaré porqué lo hago,
y por quién lo hago,
que como me solías decir antes,
eres el mejor en todo lo que hagas,
y si te rindes que sea sólo para pillar carrerilla.


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